De la preocupación : esto tambien pasará


Un conjunto de circunstancias me han obligado a pensar, de forma sistemática no en modo calentón, sobre la forma en la que deben ser gestionadas las diferentes circunstancias de la vida.


En una de estas encrucijadas, me apareció una reflexión que había leido - no sabía cuando, no sabía donde ...- y que ayudan a gestionar nuestras (mis) emociones 

Esto tambien pasará, las tristezas, las alegrías, los disgustos, las peleas, las fiestas, los éxitos, los fracasos ..... TODO ESTO también pasará 

Sea por el momento, sea por la circunstancia, estoy seguro que a todos nos iría bien recordarlo

Y como sea que, la reflexión no se acabó aquí, me dediqué a incluir algunas otras, que pueden hacer que nuestro camino, que será el que sea, pero será el nuestro


  • Recuerda que mañana, contigo o sin tí, será otro día
  • Por eso, vive cada día como si fuera el último 
  • Y no te acuestes enfadado
  • Debes agradecer y disfrutar lo que tienes, por poco que sea
  • Trátate como quieras que te traten, si no te quieres, no podrás querer a nadie
  • Trata a los demás como quieras ser tratado
  • Tu principal éxito está en ser un poco mejor cada día
  • Quiere mucho a los tuyos, quiere mucho a los que te quieren, y perdona a los que los que no te quieres
  • Piensa que, hasta lo peor, es para bien ...

Y para completar esta lista, aquí va el cuento del anillo del Rey de donde encontré (creo) la frase 


Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
– Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos; podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total. Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó. Y éste le dijo:
– No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.
– Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un místico. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje (el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey).
– Pero no lo leas -le dijo- mantenlo escondido en el anillo.
– Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos. No podía seguir hacia delante y no había ningún otro camino.
De repente, se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso. Simplemente decía:
– esto también pasará.
Mientras leía estas palabras sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos.
El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes. Él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en la carroza y le dijo:
– Apreciado rey, le aconsejo leer nuevamente el mensaje del anillo.
– ¿Qué quieres decir? -preguntó el rey.
– Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta.
– No estoy desesperado y no me encuentro en una situación sin salida.
– Escucha – dijo el anciano – este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas.
– También es para situaciones placenteras.
– No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso.
– No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: «esto también pasará», y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo bueno era tan transitorio como lo malo.
Maestro: todas las situaciones (agradables y desagradables) son transitorios; pasarán y harán lugar para algo nuevo. Encontrarás la paz si logras tomar distancia de estas situaciones y si las aceptas como parte de la dualidad de la naturaleza.


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