De las parabolas y las semillas

En la Biblia, y en concreto en el Nuevo Testamento, hay algunas parábolas espiritualmente muy profundas y que, aunque me consta que no debería abusar de ello, francamente instructivas cuando nos refererimos ya sea a temas personales como profesionales.

Hoy me voy a referir a la parábola del sembrador (San Mateo, capítulo 13)



Ese día Jesús salió de casa y fue a sentarse a orillas del lago. 

Pero la gente vino a él en tal cantidad, que subió a una barca y se sentó en ella, mientras toda la gente se quedó en la orilla.


Jesús les habló de muchas cosas, usando comparaciones o parábolas. Les decía: 



«El sembrador salió a sembrar.
 Y mientras sembraba, unos granos cayeron a lo largo del camino: vinieron las aves y se los comieron. 
 Otros cayeron en terreno pedregoso, con muy poca tierra, y brotaron en seguida, pues no había profundidad.

Pero apenas salió el sol, los quemó y, por falta de raíces, se secaron.
Otros cayeron en medio de cardos: éstos crecieron y los ahogaron.

Otros granos, finalmente, cayeron en buena tierra y produjeron cosecha, unos el ciento, otros el sesenta y otros el treinta por uno.
El que tenga oídos, que escuche.»


El desarrollo teológico posterior es de mucha enjundia, pero me voy a quedar con la sencilla historia que viene a decir :
  • Que hay que salir a sembrar
  • Que cuides donde echas las semillas (si puedes)
  • Que por mucho que te esfuerces hay caminos, piedras, cardos y algún que otro buen campo
  • Que cuando somos sembradores debemos ser  "tacaños" con las semillas (lease nuestro tiempo, nuestro cariño, nuestra mucha o poca paciencia, por ejemplo ...) y no malgastarlas
  • Pero que cuando somos campo, esforcémonos seriamente en quitarnos las piedras y los cardos. No esperemos que los sembradores lo hagan por nosotros.
Y es que, como dijo Napoleón Bonaparte  "  La victoria pertenece al más perseverante." 



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